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5 éve
Lo que no logró el océano Pacífico con su paciencia parecida a la
eternidad, lo logró la escueta y dulce oficina de correos de San Antonio:
Mario Jiménez no sólo se levantaba al alba, silbando y con una nariz fluida
y atlética, sino que acometió con tal puntualidad su oficio, que el
viejo funcionario Cosme le confió la llave del local, en caso de que alguna
vez se decidiera a llevar a cabo una hazaña desde antiguo soñada:
dormir hasta tan tarde en la ...